PRS4014
MUSEO MORELENSE DE ARTE CONTEMPORÁNEO JUAN SORIANO
Cuernavaca
|
México
2018
Autor:
JSa
Entidad gestora:
Gobierno del Estado de Morelos, Secretaría de Cultura
Empresa constructora:
Gobierno del Estado de Morelos
Memoria
¿Dónde termina el museo y dónde inicia la ciudad? Los jardines, espacios públicos y centros culturales son parte de nuestra cotidianidad. “El pensamiento que no va seguido de un acto práctico es estéril”, decía Juan Soriano. El Museo que porta su nombre y alberga su legado incide en esta aproximación. Devolviendo el pragmatismo artístico a un espacio colectivo en la ciudad de Cuernavaca. Se trata de una narrativa construida que reúne momentos, secuencias espaciales, trayectos, plazas, jardines y árboles frondosos. Un refugio urbano de cierres y aperturas a través de contenedores y envolventes que figuran como lienzos en blanco para acercar el arte a la ciudad y viceversa. La obra de Juan Soriano como acervo cultural pero a la vez urbano y regional. Su relato comienza reconociendo el proyecto como una oportunidad de obsequiar un espacio de cultura y comunidad a la ciudad de Cuernavaca. Dentro de un predio rodeado de árboles y la corriente de agua de un apantle, este jardín público de 7,376 metros cuadrados se extiende —invitando a los habitantes cercanos y lejanos— para ser recorrido, atravesado y vivido. Como nos recuerda Michel de Certeau: el espacio privado debe saber abrirse a flujos de entrantes y salientes, ser el lugar de paso de una circulación continua, haciendo de su recorrido una disposición al encuentro de objetos, gente, experiencias, palabras e ideas. La vivencia de esta narrativa se ofrece mediante cuatro accesos diferentes. Desde el sur, una gran plaza invita a adentrarse al terreno para admirar la ciudad. Desde el este, el barrio de Amatitlán encuentra un ensanche donde antes existía solo un muro. Desde el oeste, una pequeña escalinata ofrece un camino alternativo al de la calle Dr. Guillermo Gándara. Finalmente, desde el norte, una esquina se abre hacia la riqueza arbórea del sitio. Así, lo que antes fue un obstáculo para conectar con la ciudad, hoy es un espacio que permite comunicarse con ella, a través de escenarios tan diversos como la gran cantidad de elementos que lo componen. La antes solitaria comunidad de árboles, hoy se posa entre un juego de senderos de concreto, grava y tierra que serpentean y recorren cuanto pueden del terreno, topándose en su camino con cuerpos de agua y esculturas monumentales del maestro modernista mexicano Juan Soriano. Todo esto en conjunción con la arquitectura, que en lugar de imponerse a su contexto, decide rendirle reverencia a la naturaleza y a su barrio. A la naturaleza con una planta libre que permite ser recorrida y vivida por quien decida atravesarla, y a su barrio con los talleres que buscan establecer un vínculo directo con la comunidad que los llena de vida. Al nivel de galerías se accede por el vestíbulo del edificio. Esta planta de exposiciones se envuelve por un juego de volúmenes sólidos que alternan distintas vistas enmarcadas hacia el jardín y la ciudad. Desde el momento de acceso al vestíbulo, el espacio de exposición vive del flujo natural de aire con el que el museo dialoga permanentemente. Este contenedor de concreto blanco marca un umbral en la relación entre interior y exterior mediante un juego de aberturas y cierres. Las posibles configuraciones de la sala brinda una diversa oferta de oportunidad para compartir la propia colección de piezas de Juan Soriano y para aquellas obras invitadas en exposiciones temporales que habrán de enriquecer la lectura de la obra y pensamiento de Soriano. La diversidad de alturas y posibilidades museográficas permiten activar una libre apropiación del espacio y construcción de narrativas. Hacia el tercer nivel del edificio, sobre la fachada Oeste y Noroeste, un restaurante ofrece desde su terraza un conjunto de visuales hacia la ciudad. Entre la caja expositiva y la envolvente, se posibilita generar un pórtico donde los visitantes pueden pausar su recorrido recibiendo el flujo de aire que amablemente penetra al edificio. La relación con el jardín se reserva al Norte y al Este para enmarcar algunas de las esculturas monumentales que habitan en el jardín. Si bien este espacio de exhibición contempla todos los requerimientos necesarios para albergar casi cualquier exposición, el propio museo logra activarse en el resto de sus niveles para extender su programa de exhibiciones, el jardín de esculturas y la inserción de obra de Soriano en plazas y espacios públicos de la ciudad. El recorrido continúa al salir del edificio y caminar por el jardín escultórico. Uno de los elementos compositivos son un grupo de cuerpos de agua. Sobre uno de ellos, la escultura titulada ‘Toro Echado’ reposa como aquel cuerpo imponente que el artista contempló al pie de una carretera y que hoy protege el cubo expositivo que hay debajo del nivel del jardín. Este espacio es un lienzo blanco frecuente se transforma para albergar conferencias, mesas de reflexión, presentaciones de libros, exposiciones secundarias, proyecciones de cine e incluso representaciones de teatro —en recuerdo y homenaje al pasado de Soriano como escenógrafo. De esta forma, la definición del Museo Morelense de Arte Contemporáneo Juan Soriano se extiende más allá de las palabras que componen su nombre. Más que un centro cultural, es Identidad de barrio, más que museo, es Ciudad y más que por Juan Soriano, un proyecto hecho para cualquiera que quiera vivir una experiencia digna de ser narrada.